jueves, 1 de noviembre de 2007

...EL ORIGEN DEL MAL

En medio de un bosque vivía un ermitaño, sin temer a las fieras que allí moraban. Es más, por concesión divina o por tratarlas continuamente, el santo varón entendía el lenguaje de las fieras y hasta podía conversar con ellas.

En una ocasión en que el ermitaño descansaba debajo de un árbol, se cobijaron allí, para pasar la noche, un cuervo, un palomo, un ciervo y una serpiente. A falta de otra cosa para hacer y con el fin de pasar el rato, empezaron a discutir sobe el origen del mal.

-El mal procede del hambre -declamó el cuervo, que fue el primero en abordar el tema-. Cuando uno come hasta hartarse, se posa en una rama, grazna todo lo que le viene en gana y las cosas se le antojan de color de rosa. Pero, amigos, si durante días no se prueba bocado, cambia la situación y ya no parece tan divertida ni tan hermosa la naturaleza. ¡Qué desasosiego! ¡Qué intranquilidad siente uno! Es imposible tener un momento de descanso. Y si vislumbro un buen pedazo de carne, me abalanzo sobre él, ciegamente. Ni palos ni piedras, ni lobos enfurecidos serían capaces de hacerme soltar la presa. ¡Cuántos perecemos como víctimas del hambre! No cabe duda de que el hambre es el origen del mal.

El palomo se creyó obligado a intervenir, apenas el cuervo hubo cerrado el pico.

Opino que el mal no proviene del hambre, sino del amor. Sí viviéramos solos, sin hembras, sobrellevaríamos las penas.

Mas, ¡ay!, vivimos en parejas y amamos tanto a nuestra compañera, que no hallamos un minuto de sosiego, siempre pensando en ella. "¿Habrá comido? - nos preguntamos- ¿Tendrá bastante abrigo?". Y cuando se aleja un poco de nuestro lado, nos sentimos como perdidos y nos tortura la idea de que un gavilán la haya despedazado o de que el hombre la haya hecho prisionera. Empezamos a buscarla por doquier, con loco afán; y, a veces, corremos hacia la muerte, pereciendo entre las garras de las aves de rapiña o en las mallas de una red. Y si la compañera desaparece, uno no come ni bebe; no hace más que buscarla y llorar. ¡Cuántos mueren así entre nosotros! Ya ven que todo el mal proviene del amor, y no del hambre.

-No; el mal no viene ni del hambre ni del amor -arguyó la serpiente-. El mal viene de la ira. si viviésemos tranquilos, si no buscásemos pendencia, entonces todo iría bien. Pero, algo se arregla de modo distinto a como quisiéramos, nos arrebatamos y todo nos ofusca. Sólo pensamos en una cosa: descargar nuestra ira en el primero que encontremos. Entonces, como locos, lanzamos silbidos y nos retorcemos, tratando de morder a alguien. En tales momentos, no se tiene piedad de nadie; mordería uno a su propio padre o a su propia madre; podríamos comernos a nosotros mismos; y el furor acaba por perdernos. Sin duda alguna, todo el mal viene de la ira.

El ciervo no fue de este parecer.

-No; no es de la ira ni del amor ni del hambre de donde procede el mal, sino del miedo. si fuera posible no sentir miedo, todo marcharía bien. Nuestras patas son ligeras para la carrera y nuestro cuerpo vigoroso. Podemos defendernos de un animal pequeño, con nuestro cuerpo; y la huida nos preserva de los grandes. Pero es imposible no sentir miedo. Apenas cruje una rama en el bosque o se mueve una hoja, temblamos de terror. El corazón palpita, como si fuera a salirse del pecho; y echamos a correr. Otras veces, una liebre que pasa, un pájaro que agita las alas o una ramita que cae, nos hace creer que nos persigue una fiera; y salimos disparados, tal vez hacia el lugar del peligro. A veces, para esquivar a un perro, vamos a dar con el cazador; otras, enloquecidos de pánico, corremos sin rumbo y caemos por un precipicio, donde nos espera la muerte. Dormimos preparados para echar a correr; siempre estamos alerta, siempre llenos de terror. No hay modo de disfrutar de un poco de tranquilidad. De ahí deduzco que el origen del mal está en el miedo.

Finalmente intervino el ermitaño y dijo lo siguiente:

-No es el hambre, el amor, la ira ni el miedo, la fuente de nuestros males, sino nuestra propia naturaleza. Ella es la que engendra el hambre, el amor, la ira y el miedo.

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...EL APURO, UNA AGUSTIOSA CARRERA…

¿Podemos vivir mas despacio?

El ser humano, sea éste un monje, forastero, comerciante, vendedor, un viajero, un niño o un viejo, no se enfrenta a otra misión que no sea la de escuchar, observar, sentir y participar de la vida. Es precisamente eso, un camino que forjamos sobre la base de emociones.

El mejor secreto para vivir despacio y al mismo tiempo obtener resultados concretos de la vida es vivirla de manera auténtica, siendo nosotros mismos y dando a conocer a los demás nuestra participación cotidiana en el mundo que habitamos. Simplemente lo importante es lograr proyectarnos claramente como personas, tener el ánimo necesario para vivir y la vocación por disfrutar de la vida.

Por culpa del apuro no nos detenemos a pensar sobre nosotros mismos, la gente va corriendo a todas partes y a menudo no tiene tiempo ni siquiera para plantearse a dónde va tan rápido. A veces no lo quieren, pero las circunstancias de lo que les rodea (el mundo laboral y sus exigencias, el esfuerzo que hay que llevar a cabo para conseguir los bienes que queremos tener, los obstáculos que nos alejan de la maximización de los recursos del tiempo, etc.) les lleva a esa actitud nerviosa propia de quien está acelerado.

El apuro desmedido lo va ocupando todo y no deja tiempo para concretar lo que realmente deseamos. Los tiempos hiperkinéticos que vivimos nos dejan muy poco tiempo para la reflexión de las cosas, la comunicación electrónica, la sobrecarga de información, la locura del tráfico, las colas, los mensajes de texto, las llamadas telefónicas, los problemas personales, los estudios, el trabajo, las compras, las cuentas por pagar y las cuentas ya pagadas y un largo etcétera de cosas que hacer en este mundo que nos ha tocado vivir.

El apuro, además, genera violencia, el afán de tener cada vez más cosas nos lleva a la prisa porque el tiempo disponible es limitado, el reloj no deja de andar y las oportunidades pasan y se marchitan. Para tener mucho hay que correr desde el principio: Elegir bien la opción del bachillerato, la carrera más rentable, la posibilidad laboral que no se debe dejar pasar al precio que sea, la pareja conveniente, los cálculos debidos para poder disfrutar con intensidad de la vida y de las cosas. Por esos motivos, el apuro provoca impaciencia, y ansiedad. La prisa o el apuro es un deseo impaciente que trastoca el valor del amor (quiere ser satisfecho sin importar el estado de ánimo de la otra persona), que no conoce la piedad y no cede espacio para débiles, enfermos o fracasados, que exige tenerlo todo ahora o nunca, es el deseo impaciente que no sabe nada de reflexiones sobre la vida y sus detalles.

La prisa o el apuro se opone a la ternura, no hay ternura apresurada, a la persona amada no se le pueden dedicar apenas unos pocos minutos, y no caben las caricias convertidas también en gestiones (girando la muñeca inadvertidamente para ver qué hora es, con el teléfono celular conectado porque se espera una llamada importante, incluso más importante que ese encuentro amoroso). Tampoco resulta posible educar a un hijo a golpe de cronómetro, sin tiempo para esas preguntas sobre los temas trascendentales que importan a cualquier niño, y con cara de estar siendo interrumpido constantemente. El apresurado cree descubrir su derecho a ser el centro del universo, a ser servido, y se queja por tonterías, por la comida que se retrasa, aumentando la soledad en la que habita. Quien tiene prisa difícilmente tendrá estilo, caerá con frecuencia en la falta de educación, en cambio, un individuo educado cede el paso, excusan una conversación excesivamente pragmática cuando el contexto no es el conveniente; no corren detrás de un autobús que se les escapa, sino que prefieren esperar al siguiente, ni se juegan la vida (y la de otros) adelantándose, no se molestan por tonterías.

Vivir en la necesidad de la recompensa inmediata es hacerlo subordinado a esta misma recompensa, de modo que ese sujeto será esclavo de su propia necesidad de bienestar, estará dispuesto a cualquier servicio por conseguirlo, obedeciendo a quien tenga el poder de distribuir los placeres, vivirá una vida centrada en sí mismo como sujeto de disfrute, pero ciego ante el dolor o la necesidad ajena. No querer conocer el dolor, no aventurarse a lo difícil, no atreverse a mirar hacia la muerte, supone desconocer la realidad y renunciar al desarrollo de la inteligencia son características de un individuo en apuros. Depender del grado presente de placeres es carecer de un comportamiento realmente libre, porque significa vivir subordinado. La inteligencia y la libertad van de la mano, y se enfrentan juntas contra la prisa por lograr la recompensa.

La vida del hombre acelerado es, en fin, una existencia egoísta, empequeñecida en sus posibilidades de crecer espiritualmente, amante del pan y circo, a la larga, solitaria y desesperada, porque la sombra del final de los placeres es una amenaza constante.

De esta forma, te sugiero que no te apures, no vivas la vida con tanta prisa, es mucho mejor vivir la vida con calma para disfrutarla lentamente, pero con intensidad. Descansa sobre el paso firme de tu constancia.

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...INVITACIÓN

Busca, en el interior de tu ser, el camino.

Hay un horizonte infinito en tu esencia.

Reencuéntrate, ve y anda, no temas...

Desata tus nudos y sé libre como el pájaro, pósate sólo donde lo sientas, y luego vuelve a volar.

No encasilles tu destino solo con palabras, di lo que sientas decir y que tú silencio se haga entender.

Fluye, elévate, camina. Tu misión es ser lo que sientes, sin dudas. Entrégate a tu destino, todo emana espontáneamente cuando se abren las compuertas del corazón.

Aprende de todos, busca las esencias. Madura. Sé profundamente sensible. No cedas; los dones no se te darán hasta que no los merezcas.

Haz una pausa, un silencio y asume tu rol espiritual. No pierdas el tiempo, no malgastes semillas que nunca darán frutos. Sé tu mismo: poeta y profeta, libérate...

Evita todo lo superfluo: la hipocresía y la falsedad, la mentira sofisticada; evita los malos entendidos y muestra tu alma en todas tus acciones. ¿La verdad? Ya no importa, lo importante es el grado de transparencia que tú tengas.

Si al desnudarte frente a la vida ves tus defectos, piensa que eres humano, perfecta es tú imperfección ¿Por qué vestirse, entonces, con tantas ataduras y cubrirse? ¿De quién, de qué?

Mira a tu alrededor ¿Acaso se cubre la naturaleza? ¿Acaso el sol desnudo no irradia la más pura luz?

¿Para qué tantas palabras? Son como vestiduras sutiles, pero vestiduras al fin. ¿Si pudiéramos desnudarnos todos y mirarnos?

Escribo desnudo, desde mi alma, sin tapujos ni apariencias, así soy yo, feo, lindo..., la belleza que me inspira es la autenticidad.

¿A que lleva el amor sino a desnudarte frente al ser amado?

¿Acaso los ojos no están desnudos, cuando están abiertos?

¿Acaso la boca no se desnuda en la palabra?

Pon el corazón al desnudo, abre tú boca, recuerda, muestra tus palmas y haz lo que sientas.

La verdad está esperando al amor...

Escucha el murmullo interior que te acompaña. No temas a la locura, no existe tal, solo es invento de locos.

Abre tus ojos, presta oídos a tu alrededor, sensibiliza tu piel ¿No es acaso toda la creación libre? ¿Cuál es tu esclavitud? ¿Sólo una idea, una emoción? ¿Por qué no ser libre tú también?

¡Oh alma mía! A ti te busco, a ti te anhelo, perdido estoy sin tu compañía, como en la oscuridad, el vacío y el abismo. Un abismo insondable hacia mí mismo.

¡Oh alma mía! ¿Por qué el olvido es mi recuerdo? ¿Por qué a veces estoy tan distraído de ti? ¿Acaso te temo? ¿Es tan terrible tu presencia?

Pero cuando caminamos juntos, siento una plenitud total, sin temores, libre y cierto.

Mas, antes de que estés presente en mí, pienso, dudo, temo; pero al final comprendo que tú eres lo mejor que me ha sucedido. Previo a la revelación se revoluciona mi ser.

Entra alma mía, ven a mí e inunda las puertas de mi percepción, para que pueda ver más allá de los velos, las máscaras y los telones del teatro humano. Que pueda ver la vida tal cual es, sin abismos.

¡Oh alma mía! Un niño soy frente a ti; sediento de pecho y caricias.

A veces, momentos sombríos invaden nuestra conciencia, como una noche fría y oscura que nos impide ver con claridad las cosas.

Épocas de angustia y de caos interno. Confusión, vacío y desorden.

Como arenas movedizas cuando más tratamos de escapar y salir de ellas, mas nos hundimos en el fango de la materialidad.

Son situaciones sombrías que nos acechan desde el fondo de nosotros mismos.

Se nos contraen los músculos, se excita el ritmo de nuestro corazón, se nublan los ojos y el dolor brota por todos los rincones del cuerpo.

La apatía nos embarga, el desinterés y el mal humor nos invaden desde dentro.

En estos momentos, todo se torna superfluo y frívolo, lo aprendido, las buenas experiencias vividas, el amor...

Algunos llegan a pensar hasta en la muerte, como fin a este infierno.

Pero ¿Acaso el paraíso no está en el centro del infierno? O sea, ¿el fondo del pozo en el cual estamos no será un último paso a la posibilidad de liberación? ¿No es cierto de que no hay mal que por bien no venga? ¿No es todo para bien?

Sé que es difícil ¿Quizá deberíamos llegar hasta la última penumbra, pues más allá de ella está la luz? Fluir con la oscuridad para comenzar a brillar desde nosotros mismos? Y que nuestro rostro en la eternidad emane claridad.

Si es que somos verdaderos místicos, no lo somos en el sentido estricto tradicional. Somos místicos sin tradición fija, místicos de una época donde las tradiciones se ajustan al ritmo de vida contemporánea. Místicos renovadores.

Somos místicos del camino y no de metas ya establecidas.

Judíos, cristianos, reformistas, islámicos; Oriente y Occidente.

La transición entre Oriente y Occidente creó un crisol de tradiciones, que culminó deshaciéndolas. Hay seres en el mundo, como un sólo pueblo, una Aldea Global llamada Tierra. En este sentido somos ciudadanos de un mismo planeta y del Universo.

Las iluminaciones que somos capaces de intuir tienen que ver con este presente, con este aquí y ahora.

El misticismo contemporáneo es estrictamente universal. Como lo fue siempre en su esencia. Es amorfo, transcultural, se gesta en las concepciones culturales pero las trasciende.

¿Adónde nos llevará esta nueva iluminación? No lo sé. ¿Tal vez a crear una nueva tradición con el tiempo?

Tradición y renovación juegan un juego interminable en el escenario del espíritu.

Cuando me embarga el éxtasis del amor, todo luce hermoso. Siento el atractivo espiritual de las cosas más simples. Una hoja sostenida por el viento se me asemeja a una danza elevadísima. Un abrazo, al encuentro milenario entre almas. La risa, a la alegría.

Pero también el dolor ajeno es mi dolor. El éxtasis sana pero por contagio de luz y presencia.

Cuando me embarga el éxtasis del amor, todo se torna traslúcido, transparente, sin cáscaras. ¿No será que las cáscaras le pertenecen a la percepción?

Por eso, cuando quiero ser en éxtasis, cierro mis ojos, abro mi corazón y abandono las cáscaras que como muros opacan mi conocimiento.

A esto le han llamado percepción pura, inmediata y trascendente, aunque también es directa sin intermediarios, ni siquiera los nuestros.

Trasciende la semilla que da frutos con nuevas semillas.

Trasciende la tierra cuando un terremoto hace nacer una nueva montaña.

Trasciende un ser humano con sus obras.

La trascendencia está más allá de descender o ascender pero las contiene.

¿Qué es lo que trasciende de ti?

Todo lo que nace morirá y todo lo que muere volverá a nacer.

¿Qué es lo que nunca nace ni muere?

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...Carta Urgente a mi Ego

Cuanto tiempo necesito para perdonar?

¡un día?...un mes?...un año?!

Acaso puedo esperar para ser feliz?..acaso lo soy?

con tanta vanidad, tanto orgullo,

con asta envidia que envenena mi alma,

acaso la pereza que lastima mi cuerpo al moverlo,

porque de solo pensar en trabajar ya estoy cansado,

o me siento feliz con tanta lujuria y estos celos,

o deseando sufrimiento y muerte e mis semejantes,

o al levantar la mirada con orgullo para no mirar al de abajo

porque lo considero inferior o indeseable.

acaso no soy yo todo eso,

acaso no soy yo quien necesita ser perdonado

por altanero y prepotente.

por tomar un lugar que mi creador jamás tomó,

por desperdiciar mi vida de error tras error.

acaso no tengo ya mi castigo,

porque jamás he vivido por estar pendiente del pasado

y dejar pasar el maravilloso presente,

y aprender a vivir el instante

porque hoy comprendo que pudiera no tener otro

y hoy he decidido cambiar

arrojar de mi corazón los defectos que ensucian mi alma,

para ir al encuentro de mis virtudes

y despertar esta dormida consciencia.

ME ESCUCHAS EGO ESTAS DESPEDIDO!!!

porque solo has causado dolor y tristeza ,

me prometiste seguridad y belleza

y aumentaste mi vanidad y mi pereza,

y con ésta mi orgullo, pero sabes ya descubrí tu juego

y no estarás mas en mi . no llores ni pidas clemencia ,

porque no cederé...hoy cambiaré eso te lo juro.

sacaré mi corazón y quitaré mis errores...escuchas?

nunca mas me doblegaré ante ti porque estas equivocado

abriré mi conciencia y actuaré bajo su voz,

me escuchas? ESTAS DESPEDIDO!!!.

Y TU eres feliz? o aun estas dormido soñando recibir amor?.. BÚSCALO EN TI!!!

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...ACTITUD DE AMOR

Todos en mayor o menor grado, creemos que el éxito de una persona, que el reconoci-miento humano por todo lo que ha realizado, es lo que la hará pasar a la eternidad rodeada de un halo de grandeza que perdurará por largo tiempo. Y así, cuánto afán, cuánta lucha por lograr los primeros puestos, por hacer obras materiales perdurables, por llegar a la conquista del poder a costa de cualquier sacrificio, olvidándose la mayoría de las veces de que la grandeza de una persona se mide por su actitud de amor, de entrega, y de servicio al prójimo, que es donde reside Dios.

Se puede ser pobre, ser desconocido para la mayoría, tener una vida sin destellos y, sin embargo, poseer un ascendiente inigualado sobre millones de personas.

Así lo prueba esta biografía, de autor desconocido, que relata una de esas vidas:

Nació en una oscura aldea, hijo de una campesina.

Se crió en otra pequeña aldea donde trabajó en una carpintería

hasta los treinta años. Entonces, por tres años

fue un predicador itinerante

Nunca escribió un libro.

Nunca tuvo un cargo público

Nunca formó una familia,

No fue dueño de una casa.

No fue a la Universidad.

Nunca visitó una gran ciudad.

Nunca viajó más de trescientos kilómetros desde el lugar donde había nacido.

No hizo ninguna de las cosas que ordinariamente asociamos con grandeza.

No tuvo otra carta de presentación que a si mismo.

Tenía sólo treinta y tres años

cuando la marea de la opinión pública se volcó en contra de él.

Sus amigos se escaparon...

Fue entregado a sus enemigos, se burlaron de él y le sometieron a juicio.

Fue clavado a una cruz

entre dos ladrones.

Mientras moría sus verdugos sortearon entre si

su túnica, única posesión en esta tierra.

Una vez muerto fue enterrado en una tumba prestada gracias a la compasión de un amigo.

Han pasado casi veinte siglos y todavía él es la figura

central de la raza humana y el líder del progreso de la humanidad.

Todos los ejércitos qué han marchado,

todas las armados que han navegado

todos los parlamentos que han sesionado

todos los reyes que han reinado,

puestos juntos no han afectado la vida del hombre en la tierra tanto como esta sola vida solitaria.

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...AYER SOÑÉ QUE PODÍA Y HOY PUEDO

Como los budistas, sé que la palabra no es el hecho, si digo manzana no es la maravilla innombrable que enamora el verano, si digo árbol apenas me acerco a lo que saben las aves, el caballo siempre fue y será lo que es sin saber que así lo nombro.

Sé que la palabra no es el hecho, pero sí que un día mi padre bajó de la montaña y dijo unas palabras al oído de mi madre, y la incendió de tal manera que hasta aquí he llegado yo, continuando el poema que mi padre comenzó con algunas palabras.

Nacemos para encontrarnos (la vida es el arte del encuentro) encontrarnos para confirmar que la humanidad es una sola familia y que habitamos un país llamado Tierra.

Somos hijos del amor, por lo tanto nacemos para la felicidad (fuera de la felicidad son todos pretextos), y debemos ser felices también por nuestros hijos, porque no hay nada mejor que recordar padres felices.

Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la Tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo.

Además, el universo siempre está dispuesto a complacernos, por eso estamos rodeados de buenas noticias..

Cada mañana es una buena noticia, cada niño que nace es una buena noticia, cada cantor es una buena noticia porque cada cantor es un soldado menos, por eso hay que cuidarse del que no canta porque algo esconde.

Eso lo aprendí de mi madre que fue la primera buena noticia que conocí.

Se llamaba Sara y nunca pudo ser inteligente porque cada vez que estaba por aprender algo llegaba la felicidad y la distraía, nunca usó agenda porque sólo hacía lo que amaba, y eso se lo recordaba el corazón.

Se dedicó a vivir y no le quedaba tiempo para hacer otra cosa.

De mi madre también aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo, ahora mismo le puedes decir basta a la mujer que ya no amas, al trabajo que odias, a las cosas que te encadenan a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida, ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, porque la vida es aquí y ahora mismo.

Me he transformado en un hombre libre (como debe ser), es decir que mi vida se ha transformado en una fiesta que vivo, en todo el mundo, desde la austeridad del frío patagónico a la lujuria del Caribe, desde la lúcida locura de Maniatan al misterio que enriquece a la India, donde la Madre Teresa sabe que debemos dar hasta que duela.

Caminando comprobé que nos vamos encontrando con el otro, lenta, misteriosa, sensualmente, porque lo que teje esta red revolucionaria es la poesía.

Ella nos lleva de la mano y debajo de la luna hasta los últimos rincones del mundo donde nos espera el compinche, uno más, el que continúa la línea que será un círculo que abarcará el planeta.

Esta es la revolución fundamental, el revolucionarse constantemente para armonizar con la vida, que es cambio permanente, por eso nos vamos encontrando fatalmente para iluminar cada rincón.

Que nada te distraiga de ti mismo, debes estar atento porque todavía no gozaste la más grande alegría ni sufriste el más grande dolor.

Vacía la copa cada noche para que Dios te la llene de agua nueva en el nuevo día.

Vive de instante en instante porque eso es la vida.

Me costó 57 años llegar hasta aquí, cómo no gozar y respetar este momento?

Se gana y se pierde, se sube y se baja, se nace y se muere.

Y si la historia es tan simple, porqué te preocupas tanto?

No te sientas aparte y olvidado, todos somos la sal de la Tierra.

En la tranquilidad hay salud, como plenitud dentro de uno.

Perdónate, acéptate, reconócete y ámate, recuerda que tienes que vivir contigo mismo por la eternidad, borra el pasado para no repetirlo, para no abandonar como tu padre, para no desanimarte como tu madre, para no tratarte como te trataron ellos, pero no los culpes porque nadie puede enseñar lo que no sabe, perdónalos y te liberarás de esas cadenas.

Si estás atento al presente, el pasado no te distraerá, entonces serás siempre nuevo.

Tienes el poder para ser libre en este mismo momento, el poder está siempre en el presente porque toda la vida está en cada instante, pero no digas no puedo ni en broma porque el inconsciente no tiene sentido de humor, lo tomará en serio y te lo recordará cada vez que lo intentes.

Si quieres recuperar la salud abandona la crítica, el resentimiento y la culpa, responsables de nuestras enfermedades.

Perdona a todos y perdónate, no hay liberación más grande que el perdón, no hay nada como vivir sin enemigos.

Nada peor para la cabeza y por lo tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica que te hace juez (agotadora y vana tarea) y cómplice de lo que te disgusta.

Culpar a los demás es no aceptar la responsabilidad de nuestra vida, es distraerse de ella.

El bien y el mal viven dentro tuyo, alimenta más al bien para que sea el vencedor cada vez que tengan que enfrentarse.

Lo que llamamos problemas son lecciones, por eso nada de lo que nos sucede es en vano.

No te quejes, recuerda que naciste desnudo, entonces ese pantalón y esa camisa que llevas ya son ganancia.

Cuida el presente porque en él vivirás el resto de tu vida.

Libérate de la ansiedad, piensa que lo que debe ser será, y sucederá naturalmente...

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...TOLERANCIA Y PERDÓN: Limpieza de Rencores y Odios

Se acercan las fechas de fin de año y el comienzo de otro, días para compartir y reencontrarnos, fechas propicias para sanar viejos rencores, para perdonar y expresar lo mejor de nosotros mismos. Un año nuevo de verdad, limpio de rencores y odios, aunque esta depuración del alma, la mente y el corazón la deberíamos hacer todos los días del año.

Todos nos sorprenderíamos al comprobar que son muchísimas las coincidencias que nos unen, que las cosas que nos separan. Como en todas las familias, todos pueden pensar distinto, pero la idea es resolver nuestras diferencias con respeto y mucha tolerancia. Nos reunimos porque deseamos estar juntos y porque queremos compartir cosas juntos, respetando a los demás y reconociendo que nadie tiene la razón en un ciento por ciento. Es muy difícil que una familia pueda sentirse bien cuando se reúne por obligación, no hay nada mejor que estar juntos con gusto. La Navidad y el Año Nuevo representan fechas importantes en nuestras vidas, son días propicios para la reflexión, el reencuentro y el perdón sincero, aunque hacerlo durante todo el año no estaría demás.

Perdonar con sinceridad es una experiencia muy saludable para el alma, nos ayuda a entendernos como seres humanos. Perdonar no significa olvidar o negar las cosas dolorosas que han ocurrido, sino al contrario, es comprender que todos podemos cometer errores. Perdonar es la poderosa afirmación de que las cosas malas no arruinarán nuestro presente, aun cuando hayan arruinado nuestro pasado. Hay tres componentes principales que motivan la creación de largos y dolorosos resentimientos:

* Tomar la ofensa en forma personal.

* Culpar al ofensor por nuestros sentimientos.

* Crear una historia de rencor.

Piense en alguna herida personal y se dará cuenta de cómo lo aflige ahora. Cierre los ojos y piense en aquel doloroso suceso por un momento. Cuando recuerde claramente lo ocurrido, piense o escriba brevemente un resumen sobre aquella experiencia que tanto le hizo daño. Cuente la historia de lo que pasó, en el papel o en sus pensamientos más íntimos. Analice en este momento lo que ocurre cuando piensa en eso, por ejemplo; ¿cuál es su pensamiento más recurrente al recordar ese suceso que tanto le afecta?, luego, tenga en cuenta cómo se siente y fíjese cómo reacciona su cuerpo al revivir el dolor de esa experiencia. Una vez que tenga sus respuestas, por favor responda a las siguientes preguntas:

1. ¿Piensa usted en esa dolorosa situación más de lo que piensa en las cosas buenas de la vida?

2. ¿Al pensar en ello siente incomodidad física o alteración emocional?

3. Cuando hace memoria sobre esa experiencia en particular, ¿lo hace con los mismos pensamientos?

4. ¿Se repite la historia una y mil veces en su cabeza?

Debe quedar claro que el rencor no es una señal de enfermedad mental. Sentirse herido o herida tampoco es un indicio de estupidez, debilidad o falta de autoestima. Sencillamente significa que usted no está preparado o preparada para afrontar las cosas de otra manera. Sentir dolor en el alma es algo totalmente normal pero difícil, y casi todos creamos rencores en algún momento de nuestras vidas. Sin embargo, el hecho de que sean comunes no significa que sean saludables. Por más preparación que se tenga para perdonar, hay momentos en que es útil -hasta necesario- sentirse molesto. Puede ser que algún límite personal haya sido violado; podemos hallarnos en peligro o haber sido maltratados. Aun así, las situaciones que exigen reaccionar con molestia son muy pocas. Reaccionar movidos por el dolor no ayuda en ningún sentido a solucionar el problema.

CEDER EL PODER

El error más grande que se comete bajo el efecto del rencor, es culpar de nuestra molestia a la persona que nos lastimó. Al culpar a otros por nuestros sentimientos, les cedemos el poder de controlar nuestras emociones. Seguramente ese poder será mal usado y seguiremos con la herida abierta. Es alarmante la cantidad de personas que le ceden poder a aquellos que no lo merecen. El hecho de sentirnos mal cada vez que pensamos en la persona que nos ha lastimado se vuelve una costumbre y nos hace sentir víctimas de alguien más poderoso. Responsabilizar a las personas por sus acciones no es lo mismo que culparlas por nuestros sentimientos.

APRENDER A SUPERAR LOS RENCORES

Las relaciones con los demás nos aportan muchos beneficios, pero también implican que puedan surgir conflictos y enfrentamientos. Sentimientos negativos como el rencor, el orgullo o la incapacidad de dar el primer paso son los culpables de que la reconciliación pueda no llegar a producirse. Relacionarnos con los demás y contar con su apoyo es algo que ayuda a nuestro equilibrio emocional. Esto contribuye a que estemos cómodos con nuestro entorno familiar y social.

La amistad supone compartir, conocer y participar en la vida del otro, hacerle partícipe y cómplice de nuestra vida en las buenas y en las malas. Todo esto se hace de forma mutua y desinteresada. Cuando una relación atraviesa por momentos difíciles, se crean momentos de crisis que ponen en peligro la estabilidad de la misma. Sin embargo, también es cierto que una vez superadas consiguen reforzar la amistad y crear un vínculo más fuerte, que nos va a ayudar a comprender mejor a la otra persona.

¿CUÁLES SON LOS ENEMIGOS DEL PERDÓN?

La incapacidad de perdonar implica cierta rigidez emocional y un desconocimiento de uno mismo. Los dos principales enemigos son el orgullo y la incomprensión:

La persona orgullosa es exigente con todos los que le rodean excepto consigo misma. Es incapaz de ceder y se disgusta con cualquiera que le contradiga o critique. Ante cualquier enfrentamiento con los demás, el orgullo le lleva a pensar que deben ser siempre los demás los que tienen que dar el primer paso. Por este motivo, muchas personas viven durante años enfrentadas o sin hablarse, algunas familias dejan de mantener el contacto, se pierden amistades, se dejan escapar oportunidades de fortalecer nuevas relaciones, etc.

La incomprensión está relacionada con la dificultad o incapacidad de ponernos en la piel del otro, de no pararnos a pensar lo que puede estar sintiendo la otra persona. Esto nos convierte en personas intolerantes, incapaces de ver las cosas desde el punto de vista de los demás. Hay que evitar actitudes como hacerse la víctima, culpar siempre al otro, no reconocer que nosotros tenemos parte de la culpa, creer que siempre tenemos la razón o poner excusas que justifiquen nuestra forma de proceder o actitudes de desconfianza. No olvides que ante un resentimiento guardado, cuanto antes lo abordes, más fácil será acabar con el.

CUALIDADES QUE AYUDAN A LA RECONCILIACIÓN

Es cierto que resolver diferencias no es algo que dependa de uno mismo o de tener una buena predisposición para propiciar el acercamiento, ya que el otro puede decidir no querer vernos y no dejarnos ninguna opción. En cualquier caso, de nosotros depende hacer todo lo posible por recuperar la amistad y hacer que la reconciliación se produzca. Intenta ser tú quien dé el primer paso para arreglar la situación. No lo veas como una derrota sino como un acto de valentía. Es muy importante desarrollar la capacidad de raciocinio y análisis, aprender a ser objetivos y críticos con nosotros mismos, exigirnos y ser sensatos a la hora de buscar soluciones e implicarnos en la resolución de nuestros problemas, intentando evitar esa actitud tan extendida de que sean los otros los que den el primer paso y nos faciliten el acercamiento. Ante esto, es aconsejable acudir al motivo del enfado y tratar de desvelar realmente el porqué y el alcance de tal dolor. Para ello, es muy importante tomar distancia y ver aquello que nos preocupa desde una perspectiva clara y objetiva. Después habría que propiciar un acercamiento con la otra persona y procurar que perciba cuánto te importa, que quieres aclarar lo ocurrido y que para ti la relación es muy importante. Escucha al otro con la mente abierta, sin prejuicios y con interés.

Intenta desarrollar la capacidad de confiar en los demás y de aprender a reparar en sus cualidades, ser menos exigente, disculpar sus errores, aceptarlos como son y no como nos gustaría que fueran.

En el caso de ser nosotros los ofendidos, para aprender a perdonar hay que aceptar el dolor que nos ha producido la ofensa y reconocer que nos han lastimado.

Cuando nos ofrezcan disculpas, es muy importante no poner condiciones, y conceder el perdón sin pedir nada a cambio, perdonar es un regalo y no un favor que en un futuro nos tengan que devolver.

Olvidar la venganza porque nunca tiene un buen final. Nunca hay ganadores sino todo lo contrario, sólo perdedores. No se trata de buscar culpables, sino de buscar soluciones e intentar mejorar la calidad de nuestras relaciones con los demás.

Quienes llegan a reconocer el porqué de su situación y están dispuestos a perdonar o reconocer que tienen que ser perdonados alcanzarán paz y serenidad interior.

Perdonar es una experiencia que provoca que nos sintamos mucho mejor con nosotros mismos, pues nos ayuda a dejar de recordar cosas negativas que nos entristecen y retardan nuestro crecimiento personal.

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...GENTE POBRE

Un día, un padre llevó a su pequeño hijo a tomar un paseo por el campo con el propósito de mostrarle como vivía la gente pobre.

Pasaron el día visitando a unos amigos campesinos, que era una familia muy pobre.

Cuando regresaban del viaje, el padre le preguntó a su hijo, "¿Qué te pareció el paseo?"

"Muy bueno, papá."

"¿Viste cuán pobre es la gente?" le preguntó el padre.

"¿De que hablas, papá?" replicó su hijo.

"Vi que ellos tienen 4 perros, en cambio nosotros tenemos solo uno.

Nosotros tenemos una piscina que apenas llega hasta la mitad del jardín, ellos tienen un riachuelo que nunca termina.

Nosotros tenemos lámparas en el jardín, ellos tienen estrellas.

Nuestro patio termina en la pared del vecino, el de ellos acaba junto con el horizonte.

Ellos tienen tiempo para sentarse a conversar juntos, en cambio tú y mamá tienen que trabajar todo el tiempo y nunca los veo."

Cuando el pequeño muchacho terminó, su padre quedó mudo.

Su hijo añadió, "Gracias, papá, por mostrarme tanta riqueza y saber lo pobres que somos nosotros."

¿Acaso no es cierto que todo depende de como tú veas las cosas?

Si tienes amor, amigos, familia, salud, buen humor y una actitud positiva hacia la vida... ¡lo tienes todo!

No puedes comprar ninguna de estas cosas. Puedes tener todas las posesiones que el dinero puede comprar, pero si eres pobre de espíritu..., no tienes nada.

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...SE DESPIDE UN GENIO

Uno de los latinoamericanos más brillantes de los últimos tiempos escribió ésto:

"Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.

Dios mío si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que les ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos...

Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un sólo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.

A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse!

A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.

He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.

Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría "te quiero" y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.

Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.

El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles "lo siento", "perdóname", "por favor", "gracias" y todas las palabras de amor que conoces.

Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos cuanto te importan."

Si no lo haces hoy, mañana será igual que ayer. Y si no lo haces nunca tampoco importa.

Ponle acción a tus sueños. El momento es éste.

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... El PESCADOR, EL DELFÍN Y LA FLOR AZUL

..En la tierra de los Hogol, hace ya mucho, existía una pequeña aldea junto al mar. Su nombre poco importa, pues lo importante de ella es que allí vivió el pescador de la flor azul. Ya nadie recuerda su nombre verdadero, pues todos le llamaban "el pescador de la flor azul".

El pescador era un enamorado de las flores y en el jardín de su casa tenía las flores más bonitas de la comarca. Dicen las gentes que en ese jardín crecía una flor delicada y bella como ninguna otra, de un azul tan intenso que si la levantabas al cielo una mañana clara y soleada, se confundía con el azul del cielo y desaparecía de tu vista.

Este hogol pescador tenía una pequeña barca con la que salía todas las mañanas a pescar lo justo para poder sustentarse. Era una persona sencilla que se sentía feliz con lo poco que tenía y con su jardín de flores.

Cierto día, mientras estaba pescando en su barca pudo distinguir, no muy lejos de donde él se encontraba, algo que flotaba en el agua. Al fijarse mejor se dio cuenta que, fuera lo que fuera, estaba dando chapoteos y que se movía. Se acercó lentamente hasta el lugar y vio que se trataba de un pequeño delfín.

El pobre delfín estaba enredado en una vieja red que seguramente algún pescador había perdido. Luchaba por liberarse, pero sólo lograba enroscarse aun más en la tela que le aprisionaba. El pescador se lanzó al agua, se acercó al delfín, y como pudo le sacó de la red que le ataba. Y mientras lo hacía vio que el pobre delfín estaba magullado y que tenía un corte bastante grande en su aleta dorsal. Tenía también otras heridas, pero de menor importancia. Finalmente consiguió sacarlo y liberarlo de la red que le aprisionaba. Al sentirse libre de nuevo, el delfín nadó alrededor del pescador unas pocas veces y luego, sacando su cabeza del agua y mirando al pescador, lanzó un grito agudo que el pescador interpretó como un saludo.

Luego, el pescador volvió a subir a la barca y siguió con su trabajo, advirtiendo que mientras lo hacía el delfín trataba de seguirle trabajosamente, pues se encontraba muy débil. El pescador pensó que no tendría fuerzas suficientes para buscar comida y mirando de reojo el cubo de pescados que había recogido aquel día decidió tirárselos al pequeño delfín. Primero le lanzó un pescado y el delfín se acercó costosamente y comió el pez que le había lanzado. Luego el pescador lanzó otro pescado y el delfín hizo lo mismo que antes. Así fue que el pescador terminó por darle todos los pescados que aquel día había recogido y después de hacerlo regresó finalmente a su casa, saludando con la mano al delfín que ya había dejado de seguirle.

A partir de ese día el pescador se encontraba a menudo con el pequeño delfín.

Vio que lentamente el delfín se recuperaba y notaba que el vigor y la fuerza volvían a él. El delfín siempre le recibía con saltos y gritos. Al verle, el pescador sentía que una amistad había nacido entre ellos.

Y así pasó el tiempo y el pescador siguió haciendo su trabajo en el mar, en compañía de su amigo el delfín, mientras que en tierra seguía cuidando sus amigas las flores.

Una mañana el pescador salió como siempre de su casa y alzando la vista al cielo vio unas grandes nubes amenazantes. Las miró detenidamente intentando averiguar si eran mensajeras de tormenta o de calma. Miró la dirección que llevaban y vio que en realidad se alejaban del lugar. “La tormenta se aleja”, pensó. Así que como siempre montó en su barca e izando la pequeña vela salió a la mar. El mar estaba movido, pero en realidad no había en él nada fuera de lo corriente. Sin embargo se sintió extrañado de no ver a su amigo el delfín, y aunque lo iba buscando con la mirada, no conseguía verlo en medio del agua teñida de gris por la tenue luz que se filtraba de las nubes. El pescador, distraído buscando a su amigo el delfín, no advirtió que el viento cambiaba de dirección, haciendo que la tormenta volviera sobre sus pasos, echándose lentamente sobre la barca del pescador que cada vez se agitaba más fuerte a causa de la bravura del mar.

Cuando el pescador advirtió lo que pasaba, ya era tarde. El mar se encrespó y el viento rugió. La luz del día se escondió tras las negras nubes, al tiempo que las tinieblas le envolvían. El pescador trató de dirigir su barca de vuelta a la aldea, pero el viento y el mar le empujaban mar adentro. La pequeña barca se zarandeaba como un juguete en las manos de un niño y el pobre pescador, aferrado al timón, trataba en vano de dirigir la nave. Pero ahora la barca se movía al son del mar, que parecía que hubiera lanzado todas sus iras contra él y su barca. Olas enormes alzaban la barca y luego la lanzaban con violencia contra el mar. El viento más y más fuerte rasgó la vela y rompió el mástil, y finalmente una enorme ola arrojó la barca hacia el cielo, estrellándose luego contra una pared de agua que se había levantado frente a él. La barca se hizo pedazos y el pescador cayó al agua tratando de mantenerse a flote. Pero el mar quería llevárselo con él y le empujaba hacia el fondo y le lanzaba olas enormes tratando de engullirlo, mientras el pescador resistía con todas sus fuerzas en esa lucha tan desigual por conservar su vida. Sentía cómo, lentamente, sus fuerzas le abandonaban debido al tremendo esfuerzo que estaba haciendo. Mientras, las olas seguían su ataque despiadado contra él, que cada vez estaba más rendido y agotado hasta casi la extenuación.

En ese momento sintió algo que flotaba junto a él, e instintivamente se aferró con las pocas fuerzas que le quedaban, pensando trabajosamente que un pedazo de su barca había llegado hasta él. No era un pedazo muy grande, pero suficiente para mantenerle a flote. Trató de agarrarse mejor y en ese momento notó una muesca curiosa. Volvió a palpar y supo entonces que aquella marca era la cicatriz de su amigo, el delfín, en su aleta. Abrió los ojos y vio que era a su amigo a quien se aferraba con todas sus fuerzas.

El pequeño delfín luchaba con ahínco para mantenerle a flote y el pescador se aferraba a él sabiendo que era su única salvación. Lentamente pareció que el mar se dio por vencido y dejó de lanzar sus muros de agua sobre ellos. Cuando la tormenta perdió su virulencia, el pescador advirtió que el delfín empezaba a nadar costosamente, pues llevaba a rastras al hogol. Pero avanzaba con tesón, poco a poco, hasta llegar a una isla. El pequeño delfín llevó al pescador hasta casi la orilla de la playa y el pescador, arrastrándose, consiguió finalmente salir fuera del agua, perdiendo el conocimiento al llegar a la playa.

Al día siguiente la luz del sol despertó al pescador y al levantarse descubrió que no había sido un sueño. Miró hacia el mar y vio no muy lejos la silueta conocida de su amigo el delfín, que se acercó hasta él tanto como pudo y le saludó con su grito. El hogol le saludó también y vio que el delfín llevaba unos peces en la boca. Se acercó a él y el delfín abrió la boca para que los cogiera. Luego volvió a la playa, buscó unas ramas y como pudo hizo fuego y se comió los pescados. Después de haberse alimentado se internó en la isla y descubrió que había un pequeño arroyo de agua dulce. El pescador bebió con ansiedad, saciando su sed. Ahora que se encontraba mejor meditó acerca de su situación. Recordaba que el mar le alejó mucho de su casa y supuso que estaría muy lejos de ella. No conocía aquella isla ni sabía que hubiera alguna isla cerca de su aldea. Pensó que sería muy difícil salir de la isla a no ser que lo vinieran a buscar, pero... ¿Quién podía pensar que estaría allí? Se sintió triste al pensar que quizás tuviera que pasar el resto de su vida allí, sólo.

Pasaron los días y paulatinamente el pescador se dio cuenta que sus temores eran fundados, pues ningún barco apareció en el horizonte para venir a buscarle. Así empezó una nueva vida en la isla, con la única compañía del delfín que siempre venía a verle.

Un día el pescador advirtió una bolsita que llevaba colgada de su cinturón. Era una bolsita de semillas: hortalizas y otras plantas de su huerta. Al verlas se alegró pues pensó que podría plantarlas y tener algo más para comer. Así que buscó en la isla un buen terreno para hacer una huerta donde sembrar sus plantas. Cuando no estaba cuidando la huerta, al pescador le gustaba ir hasta la orilla para estar con su amigo el delfín. La soledad que sentía el pescador hizo que lentamente empezase a hablarle al delfín. Primero sólo frases, luego ya le hablaba como si fuera una persona. Y el delfín, a veces, se quedaba quieto con la cabeza fuera del agua, como escuchando lo que su amigo el hogol le contaba. Le hablaba de lo que hacía en la tierra de los Hogol y de la gente que allí vivía. A veces le hablaba de su jardín y de sus flores, pero eso no lo nombraba muy a menudo pues sentía mucha tristeza al recordar sus flores y pensar que ahora nadie las cuidaría como él lo hacía.

Los días fueron pasando y las semillas que había sembrado germinaron y lentamente fueron creciendo. Un día, mientras el pescador miraba las plantas de su huerta, advirtió una que era diferente de las demás y al observarla detenidamente vio que en realidad era la planta de una flor azul. Su corazón dio un grito de alegría al ver que tendría una flor azul en su pequeña huerta. Salió corriendo hacia la playa para contarle la noticia a su amigo. Iba gritando: “¡Una flor azul, una flor azul!”. El delfín le miraba con curiosidad - ¡Una flor azul, tendré una flor azul!

Desde ese día, cada mañana el pescador iba corriendo hasta la huerta para ver si la planta había dado una flor, y al no verla aún, volvía a la playa y le contaba a su amigo lo bellas que eras sus flores azules y lo mucho que él las quería. El delfín, por su parte, siempre con la cabeza fuera del agua y su simpática expresión de bondad y alegría, parecía escucharle atentamente, lanzando algún grito de vez en cuando. El pescador le contaba y le contaba acerca de sus flores azules que sólo en su jardín crecían y que eran famosas en toda la comarca.

Así fue pasando el tiempo hasta que un día el pescador fue hasta el huerto y allí finalmente encontró una bella flor azul que había brotado esa misma mañana y que tenia el mismo azul que el cielo del alba. Al ver la flor azul, el pescador se sintió tan feliz y contento como antaño, ahí en su aldea. Y eran tan grandes sus ansias de compartir su felicidad que arrancó delicadamente la flor y corrió hacia la playa donde el delfín le esperaba como siempre.

El delfín vio a lo lejos cómo el pescador se acercaba corriendo mientras le gritaba:

- ¡Una flor azul! ¡Mírala: es preciosa!

El pescador corrió y corrió hasta llegar cerca del delfín, entonces se detuvo y le dijo:

- Mira amigo mío, ¿No es la flor más bella del mundo?

Cuando el delfín la vio pareció como que enloquecía, pues empezó a saltar y a hacer piruetas en el cielo, nadando y saltando. “Parece que a él también le gustan mis flores”, pensó feliz el pescador.

Luego, el delfín se acercó al pescador y empezó a lanzarle gritos agudos, como pidiendo algo. El pescador no entendía, pues nunca antes se había comportado así. El delfín lanzaba grititos, abriendo la boca, y el pescador lo miraba desconcertado con la flor en la mano. Luego de un rato, le acercó la flor y se dio cuenta que el delfín le pedía la flor. Abría la boca y movía la cabeza como pidiendo que le diera la flor, así que finalmente el pescador la puso delicadamente en su boca sin acabar de comprender su comportamiento. El delfín cerró su boca y bruscamente se zambulló desapareciendo. El pescador, que no entendía nada, vio que el delfín salía a la superficie de nuevo, pero ya lejos de él. Se alejaba más y más, y al darse cuenta de ello empezó a gritarle:

- ¡¡¡Oye, vuelve!!! ¡¡¡Mi flor, mi flor, dame mi flor!!!

Pero el delfín no se detuvo y siguió nadando, mientras el pobre pescador desesperado le gritaba que volviera hasta que le perdió de vista y se derrumbó sobre la arena en la playa llorando sólo, sin flor y sin amigo...

El pequeño delfín nadaba ya lejos de la isla, cuando vio en el horizonte una mancha blanca. Nadó hacia ella rápidamente y al acercarse, la mancha se convirtió paulatinamente en una vela, y bajo ella un barco, y en la cubierta unos pescadores faenando. El delfín se acercó al barco y empezó a hacer cabriolas y piruetas para llamar la atención. Cuando los pescadores le advirtieron, dejaron de trabajar por un momento y lo observaron atentamente. Entonces, cuando el delfín vio que ellos le miraban, se acercó aún más y sacando su cabeza del agua abrió su boca. Los pescadores vieron que en ella había una bella flor azul.

- ¡Mirad! Es una flor azul, como la del pescador...

- No puede ser... hace mucho que desapareció... ¿De dónde saldría esta flor?

Entonces el delfín dio media vuelta de espaldas al barco. Les gritó y golpeó el agua con su cola, salpicando a los pescadores, haciendo como que se marchaba y golpeando con la cola de nuevo...

- Parece que quiere que le sigamos...

- No digas tonterías, es un delfín, no un perro...

Cuando el delfín se alejó un poco del barco, volvió atrás e hizo otra vez lo mismo. Les mostraba la flor y luego golpeaba su cola contra el agua. Finalmente los pescadores decidieron virar el barco hacia donde el delfín se encontraba. Entonces el delfín empezó a nadar dejándoles atrás, deteniéndose luego como esperándoles y sacudiendo su cola. Los pescadores finalmente decidieron seguirle y entonces el delfín empezó a nadar decididamente hacia algún lugar que solo él conocía. Los pescadores no salían de su asombro pues nunca habían visto nada igual.

Al cabo de mucho rato vieron que una pequeña isla se dibujaba en el horizonte.

- ¡Mirad! -exclamaron-, de ahí debe proceder la flor. Pero... ¿Cómo ha llegado la flor hasta la isla?

Y allí en la isla estaba el pescador, aún en la playa solo y triste. Cuando advirtió la vela del barco que se acercaba directamente a donde él se encontraba, alzó los brazos, agitándolos locamente y gritando:

- ¡¡¡Eh!!! ¡¡¡Aquí!!!

Los pescadores le vieron a lo lejos...

- ¡¡¡Hay alguien!!! No lo veo bien...

- ...¡¡¡Parece el pescador de la flor azul!!!

Finalmente llegaron a la playa y el pescador, alegre y feliz les preguntó:

- ¿Cómo me habéis encontrado?

- ¡El delfín nos trajo hasta aquí!

- ¿El delfín?

- Sí, traía una de tus flores en la boca e hizo que le siguiéramos hasta aquí. ¡Te ha salvado la vida! ¿Cómo se te ocurrió darle la flor para que viniera a buscarnos?

- No fue idea mía... ¡Él lo hizo!

- Pero... ¿Por qué le diste la flor?

- Yo estaba tan feliz al encontrar la flor en el huerto, que sentí deseos de compartirla con alguien. Por eso la corté y fui corriendo a su encuentro para enseñársela.

Al oír eso, los pescadores le sonrieron y le contestaron:

- Entonces bien cierto es que ha sido tu deseo de compartir tu alegría lo que te ha salvado la vida.

El pescador les sonrió y les dijo:

- La felicidad de uno nunca es completa si no la compartes con los que te rodean.

Luego se quedó mirando al delfín con lágrimas en los ojos...

- Una vez me salvó la vida y ahora me devuelve a mi mundo. Creo que nunca podré pagárselo, pues yo le salvé la vida una vez pero él lo ha hecho dos veces.

- Es increíble todo esto que nos cuentas. Tienes un gran corazón, pescador, y tu amigo el delfín lo tiene tan grande como el tuyo también.

- Creo que los delfines son seres tan nobles como nosotros mismos... deben ser los Hogol del mar.

Y todos sonrieron cuando oyeron esas palabras...

Así que, amigos, si alguna vez os acercáis a una pequeña aldea de pescadores y os hablan de los Hogol del mar, sabed que es de los delfines de quienes hablan, pues aunque no son Hogol, también tienen un noble corazón y una bondad generosa. Y recordad también que por extraño que parezca, compartir vuestra alegría quizás algún día os salve la vida...

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A través del Tiempo y el Espacio, el ser humano a concebido grandes conocimientos, y los ha heredado
poco a poco al resto de sus congéneres, por medio de la Parábola, el Cuento, la Fábula, o simplemente en forma de poemas o Prosa. Sabiduría y Reflexión, es un espacio para compartir ese conocimiento ancestral contigo. Navega por el blog y encontrarás información y enlaces a Páginas que te resultarán verdaderamente interesantes. Disfrútalo!!!
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